jueves, 15 de mayo de 2008

La publicidad hace milagros


Jose estaba en casa jugando a la play. Lo hacia a todas horas, era un mierda y no daba un palo al agua. Tenia ya mas años que la injusticia, pero aun así seguía amarrado a sus padres sangrándoles tanto como podía, joder, tanto que ni siquiera la puñetera consola se la había pagado él. Y no es que no tuviera pasta, sino que prefería gastar la ajena antes que la propia.
Lo dicho, era un mierda. Y él lo sabia, aun así seguía siendo feliz.
Llevaba once horas matando bichos sin parar, había subido nosecuantos niveles y estaba hasta la mismísima polla del juego. Optó por ver la tele un rato.
La verdad es que el panorama no pintaba mucho mejor. Cambio y cambio de cadena y no lograba ver nada de interés, solo maldita publicidad repleta de personajes sin carisma alguno. Todos vestidos con colores llamativos, en fondos llamativos con expresiones llamativas. Daban tanto asco que Jose reafirmaba el hecho de no gastar dinero en ninguno de los productos que allí se anunciaban. La lista era larga.
Compresas donde adolescentes femeninas te hablan sobre lo alegre que es echar sangre por sus respectivas rajas, lo guay que es ser mujer y menstruar como garrapatas reventadas; pasta adhesiva de dentaduras en viejos y viejas que seguramente se la quitan para chupar genitales opuestos, o tal vez no; galletas con manos y pies que salen de la caja y te cuentan la mierda con que las hacen, a gritos, mientras una manada de niños asquerosamente mimados desean que chape la puta boca y se lance de cabeza al vaso de leche para morir desintegrada; cereales hijoputienses que hacen que te cagues como los mirlos por las esquinas, asegurándote que así mantienes la línea; detergentes milagrosos con recreación virtual de cómo sacan la mancha de una corrida en una camisa mientras que la maruja de turno enseña la prenda con desmesurada ilusión, puesto que hace siglos que olvidó follar con su marido y solo eso la complace; perfumes masculinos que son la piedra roseta de cómo mojar el churro en chocho ajeno; coches maravillosos que no contaminan nada pero destrozan tu economía durante años; centros comerciales donde todos te sonríen y se alegran de verte cuando en realidad están hasta los huevos de atenderte; bebidas refrescantes con o sin burbujas que deben duplicar tus feromonas puesto que siempre sale una tia que se pone cachonda al verla beber…
Jose analizó todo aquello y llegó a la conclusión de que en la mayoría de los anuncios trataban de colarle la idea de echar un polvo. Si bebes esto follas, si comes esto follas, si llevas este coche follas, si te pones este perfume follas, follas, follas, ¡FOLLAS!
Jose hacia años que no follaba.
Se planteo la posibilidad de que la publicidad fuese engañosa. Era tan evidente que estuvo a punto de ser galardonado con el premio Novel ante tal descubrimiento.
¿Si la publicidad me dice que comprando eso voy a joder con una tia impresionante…por que no son más directos?
Era cierto, ¿para que darle mas vueltas? Eso es lo que venden. No todos, claro esta, pues no se la metes a las galletas, y las compresas solo las puede usar uno en el supuesto de que le gotee el culo. Pero en la mayoría de los casos, sexo enmascarado con sutilezas estúpidas. Deberían ir al grano, se dijo Jose.
Pasaron muchos años y llegó a ser un anciano, vivió en casa de sus padres hasta que pudo vivir de sus hijos, el muy cerdo. Pero bueno, ¿Quiénes somos nosotros para juzgarle?
El futuro era más realista, pensó, mientras veía la tele en el asilo.
Ya no había pantalla, era una imagen holográfica, la tecnología había evolucionado muchísimo en tan pocos años, él aun estaba gratamente sorprendido.
Estaba viendo una película demasiado compleja como para entenderla, pero salían tias buenas y como buen viejo verde, aquello le complacía. Llegó la hora de los anuncios.
Había una mujer desnuda, con todo el potorro depilado, abierta de patas y enseñando la cloaca como si de un revolver se tratara y fuera a dispararte en breve. Sonreía complacida mientras se tocaba las tetas y guiñaba un ojo, luego dijo: -Si bebes Cocacola, me follas fijo…-
Acto seguido había un cambio de plano, y se veía a la moza de costado, en la misma posición. Llegaba corriendo un tio terriblemente feo, con gafas de pasta, raquítico, tanto que el pellejo debía producirle dolor por la tensión sobre las costillas. El tipejo estaba totalmente empalmado, no tenia un gran pepino, pero se lo encasquetaba en primer plano a la buenorra y bombeaba como si le fuera la vida en ello, al estilo conejil. Acto seguido se giraba hacia la cámara y gritaba “¡Yo bebo Cocacola!”
Jose estaba acostumbrado a ese anuncio, lo había visto varias veces, igual que otro de Volkswagen donde un joven compraba el nuevo modelo y acto seguido tres tias le lamían el capullo en el mismo concesionario. Toda la publicidad era así.
Carraspeó, guardó silencio, se tiró un suave pedo que le produjo cierto picor en el ojete que alivió con ayuda del bastón, y dijo: - Me cago en Dios, me gustaban más los anuncios cuando solo lo insinuaban. Ojalá pudiera empalmar para pelármela como entonces…-

Un relato de Noveno Infierno

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